Ya de pendejo le gustaba andar con libros y revistas deportivas, se acomodaba solo en el piso con la espalda apoyada en la pared y le daba duro a la estadística, cada tanto se asomaba un guachito por la puerta del dormitorio y lo invitaba a salir a jugar un fulbito, dice la madre que parecían los tres mosqueteros, si digo tres es porque todavía no les conté del otro pendejo que se sentía pele, hablaba y daba cátedra de futbol desde los ocho años, sus amigos le decían pele porque era negro y el se la creía.
Con el paso de los años se fueron separando mas por razones de la vida, para darse cuenta ya a una edad medianamente avanzada que nunca se tuvieron que separar.
Un día como cualquiera se encuentra el guachito con el negrito y después de un abrazo interminable, y de un par de cervezas, le comenta un curro divino que se venia maquinando desde hace un par de años.
El negro abría los ojos y cada tanto se refregaba... Continuar leyendo