Ya pasaron dos horas y acá estoy sentado en los tablones de toda la vida, me acuerdo como si fuera ayer cuando mi viejo me agarro de la mano, me enrosco la bufanda y me trajo a la cancha, cuanta emoción tenia en ese momento, miraba azorado como los colores flameaban en toda la grada formando una coreografía casi perfecta entre la multitud.
Allá en aquel arco, el gordo Palmieri clavo un cabezazo en el ángulo provocando mi primer reacción, sanguínea, visceral y el abrazo eterno con mi pápa, no me puedo olvidar, es como si ahora me trasladara 70 años atrás.
Que lindo, mi viejita me preparaba un sanguchito de milanga porque los domingos jugábamos a las dos de la tarde, yo llegaba de la milonga pasado de copas y dormía cuatro horitas, casi despertándome sobre la hora para venir a verte.
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