Ya pasaron dos horas y acá estoy sentado en los tablones de toda la vida, me acuerdo como si fuera ayer cuando mi viejo me agarro de la mano, me enrosco la bufanda y me trajo a la cancha, cuanta emoción tenia en ese momento, miraba azorado como los colores flameaban en toda la grada formando una coreografía casi perfecta entre la multitud.
Allá en aquel arco, el gordo Palmieri clavo un cabezazo en el ángulo provocando mi primer reacción, sanguínea, visceral y el abrazo eterno con mi pápa, no me puedo olvidar, es como si ahora me trasladara 70 años atrás.
Que lindo, mi viejita me preparaba un sanguchito de milanga porque los domingos jugábamos a las dos de la tarde, yo llegaba de la milonga pasado de copas y dormía cuatro horitas, casi despertándome sobre la hora para venir a verte.
Bueno mejor me levanto y rajo pa el rancho, esta haciendo frío y el dolor en el pecho ya esta mermando, que puntada madrecita, los años no vienen solos.
Pero que rápido rajo la gente, la calle esta semivacía, mejor agarro por la cortada y me ahorro 5 minutitos de caminata.
Cuanto hace no paso por acá, que olvidada tenia esta zona, ahí esta la esquina de la Celia, que bonita botija y la puerta de hierro esta casi igual, mi cabeza esta funcionando a pleno, memoria senil será, en ese lugar ya de adolescente le di un beso de actor, que buen momento, me refleje en sus ojos y me vi todo colorado, pobre Celia, recuerdo que me dijo: “pasa pancho tomemos unos mates” y le dije: “no mamita, gracias, jugamos contra el deportivo y no puedo faltar, tal vez la próxima” y esa próxima nunca llego, tenia razón cuando me dio vuelta la cara al otro día, pero que voy a hacer los colores están siempre primero.
Que largo se me esta haciendo hoy el viaje de vuelta, debe ser el frío que me trae lento, igual ya estoy en la plaza, ja la plaza de los picados con la barra de siempre, el Beto, negrito, paisa, Rolo, Ricardito, los gemelos, que troncos, pero cuanta amistad, éramos como hermanos, nunca nadie se quedaba atrás de nadie, a la par en las buenas y en las malas.
Y allá en la esquina el barcito de Cimadoro, me acuerdo hijo e puta el tano, hincha de la contra, como me gastaba cuando perdíamos, que ganas de putearlo, pero sin embargo jamás un insulto a los mayores se los respetaba y el turro se abusaba.
A pesar de todo cuando lo velaron como lo llore, un tipazo, siempre dispuesto a la mano solidaria, encabezo al grupo que vino a la casa de mi viejo a dar una mano para levantar las piecitas para mis hermanitas, mi padre estaba en la lona lo habían cesanteado del frigorífico y mi vieja planchaba y lavaba la ropa del barrio para poder morfar.
Nunca lo vi llorar a mi viejo, pero ese día se quebró, cada vecino aporto lo que pudo y levantaron el rancho para que no pasemos frío, hasta doña Segovia se cocino un locro para todos, cuantos recuerdos.
La pucha carajo, me esta agarrando nostalgia, mejor apuro el tranco y me meto en casa, ya el sueño me esta venciendo, me voy a tirar en el catre y después voy a ver al nieto que cumple 3 añitos, que contento se va a poner cuando le de la camisetita y la pelota con los colores rojo y negro del club.
Y el viejo se quedo dormido, los recuerdos se desvanecieron, el dolor de pecho ya no fue cruel con el, y los diarios del barrio aparecieron con un recuadro chiquito en la parte inferior de la página de deportes que decía:
“En la tarde noche del domingo, se encontró sin vida el cuerpo de Don Francisco Araujo, sentado en la tribuna Sur, abrigado con un sobretodo negro y con una bufanda rojinegra, símbolo de su club amado” “Se cree que un infarto lo llevo a una mejor vida y sus recuerdos serán siempre una inspiración para este hermoso club al que tanto amo, que en paz descanses”
El coco Osvaldo
