Chuequito, no te rindas, si vos nunca aflojaste, no pudo frenarte la vida que te desprotegió de pibe, entonces no arrugues, vos que me enseñaste tanto, si vos hermano, que te plantaste con todo cuando el paso del tiempo hacia mella en tu alma.
Siempre fuiste optimista, tirando de un carro pesado que el barba te acomodo, cruel y sin sentido, como si fuera tu culpa haber nacido sin nada.
Vamos chueco, carajo, acordate de las batallas ganadas con tus pamperos de lona y tus medias de toalla, cuando esa zurda dibujaba, obras maestras, que ni el Diego imaginaba.
Por favor amigo no me des la espalda, si siempre te ponías al frente y me bancabas las malas.
No te puedo ver así, sin tu sonrisa y en calma, esperando que se acabe esta maldita mañana, que llegue la parca a buscarte para abrazar a tu querido tata.
Que seguro espera sentado en alguna grada oxidada el regreso de su chueco, para endulzar esas canchas que ya no serán de tierra, serán celestes y blancas.
Clásicos abra en el cielo cuando se enfrenten las almas, y ahí seguro estaré, que tu zurda endiablada seguirá haciendo milagros, como el que espero ya en vano, sentado junto a tu cama.
Me resigno a no tenerte, a disfrutar de tus charlas, pero espérame chuequito que pronto estaré contigo para volver a las andadas, como cuando éramos chicos en nuestras querida barriada.
El coco Osvaldo